Ciencia en Egipto

En la Antigüedad e incluso en la Edad Moderna era una opinión generalizada que los egipcios antiguos habían llegado a dominar una serie de saberes que abarcaban las ciencias en el sentido antiguo, lo que equivale a decir una mezcla de ciencia y magia. Habían sido los maestros de los griegos y la leyenda hacía que todos los hombres sabios de Grecia hubieran ido a aprender a Egipto, donde existía la ciencia venerable desde tiempos inmemorables.

Los egipcios nunca poseyeron una lógica en la que basarse para que sus saberes fueran ordenados y depurados por la razón. Esto no quiere decir que no tuvieran el don de la observación de la realidad ya que en todos los campos del conocimiento dejaron testimonio de lo que vieron y aprendieron; pero lo hicieron siempre con fines utilitarios, sin el menor interés del saber por el saber.

Al carecer de sistema lógico de pensamiento, sus referencias son siempre a lo que sabían del orden general, y esto era la religión en algunos casos y en otros la magia o la hechicería más tosca. No podían formular definiciones porque el egipcio antiguo tiene dificultades casi insalvables para la abstracción y la generalización conceptual. De ahí el carácter de sus matemáticas. Cuentan en sistema decimal, escribiendo las cantidades de izquierda a derecha, empezando por las unidades superiores hasta llegar a las más simples. De esta manera suman y restan con facilidad e incluso multiplican por diez pero el resto de multiplicaciones les plantea problemas graves. La división también trae complicaciones y desconocen las potencias y raíces pero calculan por aproximación algunos cuadrados y raíces cuadradas.

Las prácticas administrativas de la burocracia egipcia obligaba a tener presente el problema de las fracciones, que resolvieron con cierto ingenio al anotar las que tienen el uno como denominador; en los demás casos proceden por adicción de fracciones. Las ecuaciones les son totalmente desconocidas. En geometría avanzaron algo más, aunque se quedaron en los comienzos ya que no les interesó más que el aspecto práctico de los cálculos de superficie de parcelas, ocupándose de los triángulos y rectángulos elementales. Conocieron la relación del diámetro a la longitud de la circunferencia y dieron a pi el valor de 3,16.

La medicina fue la ciencia en la que los egipcios adquirieron mayor fama en la antigüedad e incluso posteriormente. Los egipcios suponían que un hombre sano no tenía nada que ver con el hombre enfermo ya que la enfermedad era siempre el efecto de potencias hostiles al ser humano, potencias ocultas y no reducibles a un examen objetivo. Con este razonamiento era necesario recurrir a poderes irracionales como la magia y la hechicería.

Sin embargo, la observación desarrollada por los profesionales egipcios abrirá un camino directo de indagación que servirá para acumular experiencias que en muchos casos darán acertadas soluciones para la curación de dolencias. Los altos círculos cortesanos disponían de una medicina bastante sofisticada ya desde el imperio Antiguo. Aparecen dentistas y oftalmólogos así como especialistas en enfermedades internas y digestivas.

Quizá sea el Papiro Smith el mejor documento médico que disponemos. Se trata de una descripción de las heridas desde la cabeza hasta la columna vertebral media, donde se interrumpe el manuscrito, con su correspondiente diagnóstico y su tratamiento científico. En el Papiro Ebers encontramos 870 párrafos con exorcismos referentes a medicina general y el tratamiento de enfermedades internas, ojos, piel, brazos y piernas, por lo que se trata de un documento más mágico que científico aunque en la referencia al corazón dice que «hay vasos en el corazón que van a todos los miembros». Al corazón pensaban que iban a parar toda clase de humores líquidos como las lágrimas, la orina, el esperma o la sangre. En este papiro encontramos las instrucciones para curar de mal estomacal a través de «un remedio de hierbas, (…) planta pa-serit, nuez de dátil; serán mezcladas y humedecidas en agua, y el hombre los beberá durante cuatro mañanas, de manera que vacíe su vientre». En el Papiro de Berlín se hace referencia a la pediatría, mezclándose ciencia con magia.

En una medicina puramente empírica había remedios que efectivamente no estaban del todo alejados de la eficacia curativa. Como remedio para la bronquitis y laringitis empleaban la miel y las inhalaciones así como la sobrealimentación para las afecciones pulmonares. Las enfermedades gástricas e intestinales eran combatidas con ricino y lavados de estómago. Conocían y trataban la bilarzia, afección hepática muy frecuente en Egipto, curaban las enfermedades de la boca, empastaban dientes, operaban encías, combatían con cierta eficacia el tracoma, las cataratas y demás afecciones oftálmicas, utilizando extractos hepáticos. La farmacopea era variada y pintoresca, utilizando desde plantas medicinales hasta excrementos de animales pasando por el uso de moscas o elementos procedentes del hipopótamo. A esto debemos añadir la magia y hechicería que dominaban la medicina egipcia. A pesar de sus aspectos más rudimentarios, la medicina egipcia gozó de un gran prestigio en la antigüedad: los griegos no ocultaban su admiración por ella. Incluso la influencia de la medicina egipcia en la ciencia tardoantigua y medieval se pone de manifiesto en múltiples detalles.

La momificación es una de las prácticas fundamentales de la cultura egipcia. Herodoto y Diódoro Sículo nos cuentan que se realizaban tres tipos de momificaciones. La más esmerada costaba un talento de plata (siglo I a.C.) y suponía la extracción del cerebro a través de las fosas nasales gracias a unos ganchos, introduciéndose diferentes productos por el mismo lugar al tiempo que se tapaban con cera de abeja los orificios de la cabeza. Se abría el abdomen del finado y se sacaban los intestinos, el hígado, el estómago y los pulmones, procediéndose a lavar estos órganos con vino de palma para introducirlos más tarde en los llamados vasos canopos, cubiertos cada uno de ellos con las cabezas de los hijos de Horus. La cavidad abdominal era rellenada con sustancias aromáticas como canela o mirra molida. Una vez cosida la incisión, el cadáver era colocado en baño de natrón durante 60 días. Pasado este tiempo, el cuerpo se lavaba y envuelto en vendas impregnadas en goma arábiga. Cada una de las vendas llevaba escrita una oración que iba dirigida a las divinidades protectoras, colocándose al tiempo amuletos entre ellas, destacando el escarabajo sobre el corazón.
La segunda momificación era más barata y consistía en inyectar resina de miera en la cavidad abdominal, sin extraer las vísceras, a través de los orificios. También se conservaba el cuerpo en el baño de natrón, dejándose salir el producto inyectado.
El tercer tipo era reservado a los pobres y consistía en vaciar la cavidad abdominal mediante purgas y conservar el cuerpo en el correspondiente baño de natrón.

Fuente: http://www.artehistoria.jcyl.es/historia/contextos/258.htm